11/20/2011

Ateneo Puertorriqueño o el triunfo del patriotismo

Por Pedro Rodiz

La segunda obra que escribí, Des-Tierro se estrenó en el Ateneo Puertorriqueño. La dirigió Miguel Diffoot y la produjo Adriana Pantoja en la Serie de Teatro de Cámara. Esas obras de autores nóveles que se estrenaron ahí, posteriormente se publicaron en una edición del Instituto de Cultura Puertorriqueña.

Al año siguiente, en el 1997, el Ateneo auspició el Segundo Congreso del Autor Dramático Iberoamericano y Taller Superior de San Juan a los que asistieron algunos de los mejores dramaturgos de Iberoamérica: Fermín Cabral, Marco Antonio de la Parra, Mauricio Kartún, Eduardo Rovner, Rodolfo Santana y Guillermo Schmidhuber. Si tener en el País a uno de estos dramaturgos es un lujo imagínense lo que es tenerlos a todos a la vez durante una semana. Fui partícipe de esa experiencia y de ese intercambio cultural y artístico nació la obra Golga, aún sin estrenar.

El local, la primera obra colectiva que escribí junto a Joselo Arroyo y Freddy Acevedo, el Ateneo nos abrió las puertas de su Festival de Teatro. Esa obra fue recogida en unos de las publicaciones del Boletín del Archivo Nacional de Teatro y Cine que realiza tan distinguida Institución. Dos años después, cuando escribí junto a otros colegas la obra Los Huelguista, se realizaron funciones allí.

La primera lectura de la obra La circuncisión, que se estrenó en febrero pasado, se realizó en un certamen de monólogos que auspició la desaparecida Asociación Puertorriqueña de Guionistas y Dramaturgos (APGD), en el teatrito del Ateneo Puertorriqueño.

En el 2004 Adriana Pantoja produjo el Congreso Nacional de Dramaturgia en el que fui uno de los deponentes. Y la cede fue el Ateneo Puertorriqueño

Cuento esto, ya que sin proponérmelo, he sido parte de la historia de esa extensísima  lista de legendarios hacedores de teatro puertorriqueño que ha desfilado por su cede. Si sumáramos todas las experiencias que han tenido otros compañeros necesitaríamos un volumen completo por lo extensa de la lista. Y esto es únicamente contando lo del teatro.

Actualmente, el Ateneo cuenta con el archivo de teatro más importante del País. De ese archivo y de las investigaciones de Roberto Ramos Perea han surgido lo que a mi juicio son las aportaciones más valiosas que se han hecho al teatro puertorriqueño en lo que va de siglo. La primera es el descubrimiento, publicación y montaje de la primera obra escrita por un puertorriqueño: Mucén o el triunfo del patriotismo  (1833) de Celedonio Nebot de Padilla. La segunda es la publicación de los autores negros del siglo XIX en el Boletín del Archivo Nacional de Teatro y Cine. Gracias a esta publicación todos/as los puertorriqueños/as tenemos acceso a esos textos que de otra manera estaría reservados y disponibles solamente para los estudiosos y los académicos.

¿En qué otro lugar se puede representar todas las obras de Alejandro Tapia y Rivera en un solo festival de teatro? Sólo los atrevidos del Ateneo pueden.

Así que cuando me enteré de que esta señora, genérica y olvidable, quiere desviar el dinero que le corresponde al Ateneo Puertorriqueño, que se lo ha ganado a fuerza de pertinencia  y sangre, no lo podía creer. De ella no hablaré, no le voy a dar más foro. Pero de que da vergüenza, da vergüenza. Coincido con las palabras de Johanna Rosaly:  son muchas las actividades banales, de alta frivolidad y escasa trascendencia que la Legislatura ha  apoyado, que saquen el dinero de ahí, no de una Institución que tanto le ha dado al País.

El Ateneo Puertorriqueño no va a desaparecer, al contrario, saldrá más fortalecido que nunca. Tantos años de lucha, no se van a ir por el inodoro porque este gobierno prepotente le bloquee los fondos.

Son tiempos en que nuestra dramaturgia debe volverse combativa.


















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